Niño pasa su vida encerrado en una habitación, pero la historia de su fuga es difícil de entender

En la década de 1820, un policía alemán se quedó boquiabierto cuando apareció un visitante inesperado. Era un niño que afirmó que había estado encarcelado casi toda su vida. Su historia parecía extravagante, pero su propio cuerpo era evidencia de algún tipo de situación siniestra. La gente se quedó fascinada con este misterio y formuló elaboradas teorías sobre quién era realmente el niño. Pero solo una prueba de ADN confirmó su verdadera identidad.

Una vista extraña

El 26 de mayo de 1828, se vio una silueta tropezando y arrastrando los pies por una calle de Nuremberg, Alemania. Para cualquiera que lo viera, podría haber pensado que el individuo estaba borracho. Un zapatero pensó que sí. Georg Weickmann se acercó a la figura con la esperanza de ayudar.

Apariencia

El niño era bajo, medía 142 cm con hombros anchos. Sus pies estaban desgarrados y ensangrentados, como si hubiera hecho un largo viaje sin calzado adecuado. El zapatero consideró que tenía unos 16 años, aunque era difícil. Weickmann notó algo más. De las dos cartas que sostenía el niño, una tenía una dirección. ¿Llevar al niño allí lo reuniría con sus parientes?

Comida amarga

Una vez que los dos llegaron a la residencia del capitán Von Wessenig, se enteraron de que estaba fuera. Los sirvientes intentaron ofrecerle una comida al niño. Al probar la cerveza y la salchicha, el niño tuvo un arrebato, rechazado por su sabor. Cualquier intento de hacer que el chico hablara también fue inútil. Luego llegó el capitán.

¡Un caballo!

El capitán no tenía idea de quién era el chico. Sus señales sociales fueron limitadas. Al parecer, tenía una marca de vacunación en el brazo, una señal potencial de pertenecer a la clase alta. Sin otra opción, llevaron al niño a la Policía. Un oficial sacó una moneda que captó toda la atención del niño. Traspasado por la moneda corriente, el extraño gritó emocionado: "¡Caballo!"